domingo, 10 de noviembre de 2013

Siglo XXI: un compost del siglo XXII

El que esto escribe estuvo bizco durante tres semanas y dos días; no escuchaba otro programa de radio que el famoso Siglo XXI de Radio 3; llegué a soñar con comprarme un piso al otro lado de la M30 y ser un humilde hortelano comunitario en Moratalaz. No fue para menos. Compostadores a 70ºC, echando fuego; compost obtenido en 3 meses y maduro; sistemas de aireación intensivos (a base de riñones)... Cuando se trata de compost, esta gente le echa un par de equis y un palo... son Siglo XXI. Os cuento el truco.


Emilio se ha leído todo lo que existe en castellano, en inglés y en francés sobre compostaje. Ahora estudia catalán -en la intimidad- sólo para leerse unas tesis doctorales sobre el tema. Prepara un viaje a Nepal para conocer a un viejo que dice compostar las piedras. Su misión es compostar todo lo que salga del colegio de Siglo XXI. Y está dispuesto a hacerlo.

Mar y Jose todavía recuerdan a Emilio cuando era un tipo corriente, que se acercaba al huerto a diario, trabajaba en los bancales, charlaba de lo cotidiano y se iba a casa. Mar nos lo cuenta mientras anota algo en su cuaderno. Son líneas y líneas todas iguales: “no por antes compostar amanece más temprano, no por antes compostar amanece más temprano, no por antes compostar amanece más temprano...”
 
Hacia el compost del siglo XXII
Al fondo del huerto existe un compostador de plástico, de los comerciales. En él, el conserje del cole deposita todos los días los restos de restos vegetales que se generan en el comedor infantil. Han convencido al cocinero para separar todos los restos: le han hecho de la logia del compost. Se ha tatuado en el brazo un corazón atravesado por una horca en el que se lee “compost de madre”. Para saber cuando echan los residuos, emplean un código que Jose aprendió de la resistencia francesa en 1943 en París. Si hay restos el conserje deja una tela por el exterior de la tapa. Es la señal de que hay materia nueva para los compostadores.

El compost lo hacen en un gran compostador de unos dos metros cúbicos hecho con palets. Casi parece más una cabaña que un compostero. Ellos querían que la materia orgánica se sintiera como en casa, ¡y tanto! Semanalmente Emilio se afana en voltear por completo todo el montón. Lo saca fuera y lo vuelve a meter. Todas las semanas. Y así les va como les va. Está calentito, calentito. Sólo lleva unas pocas semanas y el proceso está más que avanzado.

Compostador de plástico donde se recogen los restos
orgánicos del colegio. El conserje pone una tela en el
exterior de la tapa como señal de que ya pueden retirarlos
Voltear tanto de continuo no sólo ha tenido efectos beneficiosos en el compost sino también en ellos. El desarrollo muscular de la zona lumbar de cada uno es más que considerable. La Universidad de Jerez está haciendo un estudio sobre sus riñones.

A Jose se le pone la piel de gallina cuando te cuenta que hace unos meses consiguieron alcalzar 70ºC en otro compostador. Mar suspira. Emilio compara la azaña con la invención de la imprenta. No se ha visto nada igual y todo a base de aprender, aprender y echarle riñones y más riñones.

Nos enseñan otros dos compostadores. Uno está vacío, esperando mejor hora. Otro tiene un compost ya maduro, que junto a una gran cantidad de paja marchita, mezclan con la materia del compostador grande. Huele a tierra de bosque, dan ganas de comérselo.

Nos cuentan su proyecto. Quieren hacer una gran factoría del compostaje, para tratar todos los residuos que genera el colegio. Eficacia y eficiencia. Están decididos, no hay quien los pare. Para comenzar han fabricado dos replicantes que les ayudarán en las tareas constructivas: han replicado a los Manus del Campo de la Cebada. Son tan reales que casi parecen de verdad. A ManuMc si le aprietas en el ombligo dice “palets, palets”; a Manu Barbas si le haces lo mismo dice “el compost está perfect, ha quedado níquel. Hagamos un compostador de lo más pro”.
Compostador de palets donde realizan el proceso.
Volteando. Nótese el desarrollo de su zona lumbar

Están maquinando. Quieren hacer un sistema viable de compostaje en colegios para luego exportarlo a todos los coles de Madrid, de España, de Europa, ¡¡del Mundo!! Pero esto es otra historia de la que iremos dando cuenta por estos lares.

Ya sabéis, si algún día pasáis al otro lado de la M30 y véis una tela que sobresale de un compostador de plástico, sed conscientes que es porque hay unos tipos que quieren cambiar el mundo a través del compostaje... y que están fabricando el compost del siglo XXII.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Sabia Bruta: un compost sociopolítico-intensivo


Si vas al campus de Somosaguas busca en un rincón tras la facultad de CC Políticas y Sociología. Encontrarás un pequeño espacio donde, a través de un método biointensivo, se elabora el mejor compost de las ciencias sociales.

Julio nos enseña una lombriz biointensiva, así está de gorda ella
Julio vino hace un tiempo desde otro país. Un lugar como otros muchos en los que, cuando te dedicas a luchar contra las injusticias sociales ayudando a los necesitados, o sales echando najas o te atienes a las consecuencias. Y menos mal que pudo salir.

Julio aprendió a cultivar en el desierto, con el método biointensivo. Y si le das un poco de agua y buena tierra, sus resultados pueden ser inmejorables. En Sabia Bruta ha sabido trasmitir sus conocimientos y allí es todo biointensivo, hasta el compostaje.

¿Y esto qué es?

El compostaje biointensivo se hace directamente sobre el terreno, sin necesidad de compostador, (al más fiel uso de Esparta -en Atenas usaban compostadores-). Se apilan los residuos en capas de unos diez centímetros en el siguiente orden: material seco, material verde, material seco y tierra del bancal. Se sigue este orden hasta llegar a una altura de 1,25 m, formando una estructura perfecta de 1,25m(así lo hacían Claude Levi-Strauss y el resto de estructuralistas). El montón biointensivo se riega a diario.

Pila de compost biointensivo del huerto de Sabia Bruta
Pasado un mes se voltea por completo –anteriormente no se ha tocado para hacer ninguna aireación- y se forma otro cubo de las mismas dimensiones. Se sigue regando y, pasado otro mes, se vuelve a voltear formando otro cubo estructuralista. Cuando pasa un mes más se criba por completo y está listo para incorporar al bancal correspondiente.

Es importante que el compost vaya al mismo bancal del que proviene la tierra que se echa. Aquí está el truco de todo. No todos los bancales son iguales, cada uno tiene sus necesidades, cada uno es diferente y no puedes mezclar sus tierras, lo mismo que no puedes mezclar liberalismo y absolutismo, ni capitalismo con comunismo. “Anda ¿y por qué no?” se preguntará el profano.
Javi volteando el compost al estilo "estructuralista"
 
Javi arquea sus cejas y sonríe de medio lado “¿Alguna vez te has preguntado qué pasa cuando se utiliza la horticultura biointensiva en una facultad de Ciencias Políticas y Sociología?”. Para saberlo nos enseña uno a uno los diferentes bancales:

-        Bancal Jean Jacques Rousseau. Para establecer su espacio, en una condición de libertad, cada planta ha realizado un contrato con las demás para formar una sociedad: el bancal. Es posible ver una gran variedad de plantas, de asociaciones beneficiosas entre ellas, de efectos sinérgicos. Las plantas adventicias que crecen al margen del bancal no son plantas.

-        Bancal Carlos Marx. La clase de plantas dominante son las llamadas proletarias, aquéllas que venden su fuerza del trabajo por un salario. No son plantas muy llamativas si la ves una a una, pero cuando se asocian es cuando adquieren todo su valor. Han desplazado a las plantas burguesas, aquéllas que eran propietarias del suelo. Las plantas burguesas eran muy bonitas a la vista, pero te las comías y no sabían a nada. El compost, el espacio, el agua, los nutrientes... son repartidos según las necesidades de cada una, gracias al partido, que es la vanguardia de las plantas proletarias. El bancal y todos los recursos pertenecen al Estado.

-        Bancal Nicolás Maquiavelo. Aquí todo vale para crecer frente a las demás plantas, no valen consideraciones morales. No sólo entran en juego los nutrientes, el agua, la luz, el suelo..., también son importantes la virtud y la fortuna: sólo las plantas dotadas de virtud crecerán en el bancal, imponiéndose a las demás y venciendo los designios de la fortuna (el pedrisco, la helada, la sequía...).

-        Bancal Adam Smith. Las hortalizas crecen en libre competencia. Lo importante es el crecimiento de cada una. La suma de los crecimientos individuales de cada planta conseguirá el bienestar social de todas, gracias a la acción de una mano invisible que corregirá los desequilibrios del bancal. Al bancal no le cuida nadie, lo regula el mercado.

-        Bancal Max Webber. Las hortalizas que mejor crecen son aquéllas que vienen de semillas protestantes. Quien cuida el bancal tiene el monopolio exclusivo del uso de la fuerza, si es que hiciese falta emplearla para, por ejemplo, hacer un aporcado, un trasplante o un aclareo, pero siempre guiado por la ética de la responsabilidad. Es un bancal en el que todo se rige por unas normas claras, eficientes y estructuradas. Quien lo cuida no debe ser un hortelano, sino un burócrata de la horticultura.

-        Bancal Thomas Hobbes. Este bancal antiguamente era un sin-dios, un caos verdadero. Cada hortaliza luchaba a tortazos contra la de al lado para imponerse y hacerse con los recursos. Pero menos mal que llegó una que convenció a las demás para ejercer la autoridad, las demás ceden a su voluntad y por tanto ejerce un mandato absoluto en el bancal. Ahora todo va como miel sobre hojuelas.
Irene, otra estructuralista

Anochece en Somosaguas, pero en el huerto no. Un huerto biointensivo no descansa ni por la noche. Para eso está Irene con sus ojos luminosos. Sus ojos proyectan luz más que de sobra para que los procesos fotosintéticos sigan produciendose en cada bancal. Irene por el día está en la facu; por la noche tiene que mirar el huerto. Y sabe bien que no puede mirar de la misma forma a cada uno de los bancales. A unos los tiene que mirar con mala leche, a otros con esperanza, a otros con resignación y a otros... mejor ni mirarlos.

Así es la horticultura bio-intensiva.












"La leche, vaya pedazo criba que nos hemos fabricado"