lunes, 3 de junio de 2013

Huerto de Batán: el compost de la N-V

Cualquier día entre semana a las 8 de la mañana. Los informativos nos cuentan que la N-V en su entrada a Madrid está atascada. Siempre lo mismo. Cualquier viernes a partir de las 3 de la tarde, más de lo mismo, pero en dirección salida. Es una carretera que condiona la vida del barrio. Separa a vecinos de Batán y Lucero; hace ricos por igual a los vendedores de aislamientos en paredes y ventanas y a los de tapones para los oidos. Incluso, hasta el compost que se hace en sus inmediaciones se ve influido: se atasca en su proceso entre las 7 y las 9 de la mañana. Es un proceso que se hace con resignación, con paciencia infinita, como la de los vecinos del barrio con la carretera de Extremadura.



El huerto de Batán seguramente sea el huerto más expansivo de la Red. Tienen sitio de sobra y van colonizando progresivamente. Expansionismo hortícola, un nuevo paradigma en ReHdMad!. Conquista terreno sin prisa pero sin pausa, todo lo contrario que el tráfico de la N-V, que va con prisa pero con demasiadas pausas.

Juanpe es un tío feliz con su barrio y con el huerto del barrio. Nervioso ante nuestra visita, en sus manos se mueve inquieto un listado de 326 preguntas sobre el proceso de compostaje. Las ha escrito concienzudamente durante la noche anterior.

Juana es también una tía feliz. Su pasión por el huerto no puede esconderse, la lleva por bandera. De hecho, a los tres años, la dieron el Premio Extraordinario de la Universidad de Pepperland por ser niña prodigia en interés en los huertos urbanos madrileños.
Felices cual lombrices (en el compost)

Néstor no toca el compost, pero lo observa. Su objetivo es grabar el proceso de descomposición de una lechuga con su cámara digital y su trípode. No pierde ojo de todo lo que se dice. Hoy ha soñado con que se podía bañar en el arroyo Meaques.

Juanpe nos enseña unos jardines cósmicos hechos por Juanpa. Juanpe y Juanpa. Juan-pi es experto en matemáticas, pero no ha podido venir; Juan-po es experto en ríos italianos, pero está en Lombardía, cultivando coles.

Néstor, Juana y Juanpe
y los compostadores
Y hablamos del compost. Dos grandes compostadores de palets, bajo unos ailantos que les dan sombra cuando lo necesitan. El proceso de uno de ellos está muy avanzado, con los materiales muy descompuestos, marrones, con buen olor. Es un proceso que va fluido, como uno de los carriles de la N-V. El otro compostador está atascado, como el otro carril. Hay un exceso de materiales sin trocear y se crea una aireación excesiva, que hace que no pueda avanzar el proceso. Hay que trocear más, mezclar bien y agregar materiales frescos. Es la influencia de la carretera de Extremadura, de la que no pueden escapar. Así es el compost en este barrio.

"Pregunta 147: ¿cuál es el gradiente
de variación interespecífica entre los
organismos presentes en el compost?"
Mientras Juana intenta meterse dentro del compostador para arreglar el atasco, Juanpe dispara una tras otra las preguntas escritas “¿Qué diferencia de peso tendría un kilo de compost en cada una de las lunas de Saturno?”, “Si echamos doscientos kilos de uñas humanas al compostador ¿ cuantos kilos de césped puedo agregar para compensar la falta de humedad?”, “Si una persona no es trigo limpio ¿se la podría compostar?”. Menos mal que somos capaces de contestar todo, ya que lo que no sabemos nos lo inventamos.

Y a expansionimo hortícola, expansionismo compostero. Tienen en proyecto compostar todas las malezas de los alrededores en montones sobre el suelo. Los harán en forma de flecha. Porque en el huerto de Batán han tomado la dirección de hacer un mejor barrio; y se avanza de lo lindo, no como en la N-V. 

Cuando estéis parados en el atasco, estad atentos, porque algo se mueve en Batán.
Compost carril derecho: atascado en el  proceso

Compost carril izquierdo: avanzando de lo lindo. 41º C

lunes, 29 de abril de 2013

Adelfas. Pase lo que pase, compostaje


Talma y Nerea lo tienen bien claro

Bajo las vías del tren en Puente de Vallecas existe un huerto en lo que parece un solar yermo. Nadie en su sano juicio podría imaginar que en semejante tierra pudiera crecer nada, ni la mala hierba. Pero sí. ”¿Que no crece nada aquí? ¡verás tú!”. A cabezudos pocos igualan a los adelfeños y adelfeñas. Hace unos años, varios del barrio quedaron junto a las vías y alguien les retó a que no valían para poner allí un huerto. Kois escupió, removió la tierra con el pie, sacó una pila de botón del suelo, miró al cielo del sureste y sentenció: “Pase lo que pase, el huerto”. Y ahí está. Pasen, pasen...


Kois y los restos de su desayuno
Aquí nadie lleva reloj. El tiempo lo marca el ir y venir de los trenes. “¿Cuándo quedamos el domingo?” “Un rato después de que pase el rápido con destino Chinchilla”. Y puntuales van llegando uno a uno.

Nerea viene junto a Kois. Hace tiempo que Nerea perdió el gusto por desayunar. Para muchas personas la mañanita de un domingo es sinónimo de cafetito, zumo y  churritos. Para Nerea no. Su desayuno ha consistido en calabacín picadito, una zanahoria, cuarto de cebolla y algunas hojas de escarola. Mira con ojos interrogativos a Kois y le pregunta qué pasaría si desayunaran unas tostadas con tomate y ajo. Éste se encoge de hombros y le dice: “Pase lo que pase, compostaje”.

Teresa recién llegada de Sebastopol
Dos compostadores, de palets reciclados. Reforzados con malla gallinera y forrados de plástico. En uno se echó estiércol; en otro se echa lo que se puede y tiene. Teresa ha venido desde Sebastopol, en el nocturno, como hace todos los domingos. Trae restos de verdura. Tiene frío y sueño. Pero sus ojos brillan cuando te dice “Pase lo que pase, compostaje”

Luis remueve
El suelo retumba. Un ruido lejano anuncia que va a pasar el mercancias que viene de Torrejoncillo. Luis sabe que es hora de remover el compost. La tierra tiembla al paso del tren. Todo se menea. Luis abre el compostador y todo se vuelca casi sin ayuda. Buena forma de voltear. El tren ya ha pasado. Pase el que pase, compostaje.

Talma se afana en recoger lo volcado por el tren. Raúl no puede creer lo que está viendo. La que no hace ni caso al compostador del Campo de la Cebada. Patrona convertida en obrera. Reina que se hace plebeya. ¿Y cómo puede ser esta súbita transformación? Talma ¿qué te pasa?: “Pase lo que pase, compostaje”.
Talma trabajando

Manu construye cribas con palets. Ha elegido uno con una malla ni grande ni chica. Sabe cual necesita para cribar con eficacia el compost. Echa dos paladas de compost suelto, marrón oscuro, con olor a tierra de bosque. Una cochinilla se esconde. Lo que se queda en la criba lo devuelve al compostador; lo que pase por ella es todo compost. “¿Todo ello?”. “Sí. Pase lo que pase, es compost”.
Manu toreando con su criba

Francisco se ajusta su gorra, al recordar cuando tuvieron que abonar el solar. Una voz propuso: “Este suelo es muy pobre. Habrá que comprar abono”. “ De eso nada chavales: pase lo que pase, compostaje”.

Por el horizonte sureste una golondrina se aleja. Un pino carrasco es movido por el viento. El expreso de Valdaracete anuncia que es la hora del vermut. 
Las criaturas
Francisco, Teresa y Manu. Los tres están muy bien del riego





miércoles, 24 de abril de 2013

El Campo de la Cebada: un compost mega-pijo


¿Alguien se imagina una piscina sin agua? ¿Y un huerto sin tierra? ¿Un barrio sin pistas deportivas para que jueguen los chavales? ¿Y un compost hecho sobre el cemento? Señores, señoras, en el centro de Madrid hay un lugar donde todo es posible. Y lo que no es posible, se imagina y se hace realidad. No falta esfuerzo, pero se nota que aquí hay mucho más que eso. Les presento al huerto más pijo de la Red, el Campo de la Cebada.


En el solar de lo que un día fue una piscina pública un grupo de voluntariosos vecinos decidió poner en marcha un proyecto comunitario, de uso del espacio público con una clara vocación transformadora. La noticia corrió como la pólvora. Las más altas preclaras mentes pensantes del centro de Madrid se dieron cita allí y se arremangaron las camisas. Corta este palet y te hago unas gradas; con esta caja de fruta te construyo un columpio; con unos palillos y unas chinchetas te monto un escenario.

Y llegaron los del huerto. ¿Y cómo se hace un huerto en cemento? Pues vegan maderas (que no maderos). ¡Y camiones de tierraaaaa! Y cómo molan los bancales. Igual que una conjunción cósmica, en el huerto del Campo se han ido a juntar un equipo de cuidado: Manu McGuiver, Manu Barbas, Merche, Esther, José Luis, Floren, Luiso, Jacobo... Estos sí que son galácticos. El que no te hace un banco, te fabrica una pérgola, te instala la luz, te hace una carretilla, te montan una mesa plegable, te fabrican una estructura estructurada...
Esther amenazó con quitarse los ojos si no había compostador

Maragarita alimentando el compostador de tubo
Pero el problema vino con el compostador. Y es que Talma (la Reina) no quería que el Campo de la Cebada tuviera compostador. Proponía alguien “lo ponemos aquí detrás que queda muy bien” y Talma decía “No, ahí no que no me gusta”; “Pues más allá que no molesta, ni se ve” y Talma volvía al ataque “No, que el color del compost no pega con el color del suelo”. Las pijas son así.

Menos mal que, con nocturnidad y alevosía, se ingenió quizás el compostador más original de todos los huertos urbanos de Madrid. Con una macro-tubería de metro y medio de diametro, se cortó aquí, se agujereó allá y en un plis-plás ya teníamos compostador.

Ummm, jamón ibérico
Las cosas iban despacio, pero los problemas aparecieron rápido. Alguien pensó que para nutrir bien el compost era mejor echar alimentos de calidad que no peladuras guarras de verduras. Pues toma cuarto y mitad de jamón serrano (verídico). Y hay más: “Raúuuuuul, alguien ha echado un pollo”, “No pasa nada por escupir, es un extra de bacterias al proceso”, “Que noooooo, ¡que han echado una pechuga de pollo con huesos y todo!”. Como véis, a huerto pijo, suministros pijos.

Desde entonces Margarita es la suministradora oficial de materiales. Sólo trae lo mejor de lo mejor. Que talan un árbol, se lo trae desde su barrio; que están desbrozando en el Parque de Las Naciones, se trae un saco de recortes en el metro; que siegan el cesped de La Moncloa, allí está ella para traerse un bolsón. Así es ella.
Y ManuMc y su compostador alta gama

Alguien sugirió que había otros huertos con compostadores mejores que el nuestro “¿queeeeeeeeeeeeé?”. Fue visto y no visto. ManuMcGuiver sacó de su bolsillo el destornillador mecánico, agarró unos palets, Merche y Esther cortaron aquí y allí, Nuria y Bea les daban ánimos mientras se tomaban una cerve... y ta-ta-chán: modelo alta gama de compostador de palets, con doble espacio de metro cúbico, cubierta de metacrilato y aire acondicionado. Toma castaña.

Pero lo mejor de todo es el control de calidad. Cuando ya todos han currado de lo lindo, llega Raúl, saca su termómetro (digital, ¿eh?), mide aquí y allá, mete el dedo, lo mira al trasluz, lo chupa, saborea, gesticula y da su veredicto: “un compost excelente, cosecha 2013, color marrón castaña pilonga, con brillos atornasolados; afrutado, redondo en el paladar, con matices a cereza, musgo, frutos del bosque y canela”. No, si a pijos no nos ga
Floren feliz como una lombriz
na nadie.

Raúl después del control de calidad
Manu, Bea, La Mujer Barbuda y La Reina del Campo





jueves, 18 de abril de 2013

Aliseda 18: Working Class Compost

(Aviso: este texto responde a una creación literaria del autor de estas líneas. Para nada puede desprenderse que Aliseda 18 tenga un credo o ideología determinado)

Un fantasma se cierne sobre Madrid: el fantasma de los huertos urbanos. Es un hecho constatable, patente, imparable y que se contagia aquí y allí entre todas las barriadas. Si no me creéis, asomaros a Pan Bendito, barriada con carácter propio dentro de Carabanchel.
Huerto carabanchelero, compost obrero

Pisas Carabanchel y algo en su gente, en sus calles, en su sonido, en su cielo, te hacen saber que estás delante de uno de los barrios obreros con más solera de Madrid. Aquí nada se ha dado gratis a nadie. Todo ha sido ganado con tesón, lucha, sufrimiento y cabezonería vecinal. En el huerto de Aliseda 18 ocurre lo mismo. Las cosas no son fáciles, pero son posibles. Y ellos lo demuestran día a día.

Infraestructura: lo principal en la transformación
Hacer huerto en esa tierra es complicado. Igual que hacer compost en la solanera. Pero ahí están las manos trabajadoras de Alisedanos-dieciochescos y Alisedanas-dieciochescas. Manos que convierten el trabajo en rincones de libertad y comunidad. Aquí ni patrón ni amo ni señor, la tierra es de quien la trabaja.

Y de trabajar sabe bien Sonia. Ni lluvia, ni frío, ni calor. Ella es tenaz con el compost.

Sonia es del turno de mañana. Los hay también que tienen turno de tarde. Aunque la división del trabajo pone una barrera, en Aliseda 18 se las saben apañar para mantenerse unidos en la lucha. La web está al servicio de la clase obrera, de las personas.

Saben que lo importante es la infraestructura frente a la superestructura. Y para infraestructura la de su compostador almacén de ramas, podas y hojas secas. Muchos kilos de materiales se han depositado ahí. Y si lo pequeño es hermoso -y más si seguimos hablando de infraestructura- tenemos tres compostadores de palets, independientes, pero unidos en la misma lucha.


Sonia favoreciendo las condiciones objetivas para la transformación

Sonia no para de trabajar. No hay momento para distracciones. Esto del compostaje es una cosa seria. Sonia sonríe porque sabe que en los compostadores se dan las condiciones objetivas de transformación de la realidad. Y si es así el proceso de compostaje es imparable, como la revolución, como los huertos urbanos madrileños.

Compostadores obreros en un barrio obrero. Quizás esta gente está haciendo el mejor compost de Carabanchel. Con tesón, dignidad, compañerismo y trabajo. Ahí es nada.

RUC

sábado, 16 de marzo de 2013

Esta es una Plaza: un compost sobrenatural

Hemos conseguido saber la verdad del proceso de compostaje de Esta es una Plaza. Si en IES Barajas era extraterrestre, aquí el secreto tiene que ver más con aquel novio que tenía Alaska en los 80, ese que "ha venido del otro mundo para estar conmigo". No sabemos si "sus vidas ya tendrán sentido", pero lo que sí sabemos es que allí echa una mano todo el que puede.

Vean, vean. Pero por favor, no prueben a hacerlo en sus huertos, es sólo apto para profesionales.

http://vimeo.com/61745926


domingo, 10 de marzo de 2013

IES Barajas: un compost de otra galaxia


Es un huerto peculiar el del IES Barajas. Tras las tapias de un macro-instituto PÚBLICO de educación secundaria no te puedes esperar que exista un huerto urbano, comunitario y educativo, que tan buena labor hacen en el barrio y con los chavales. Pero tan peculiar o más es su compost. Un producto que lo hemos calificado, no sin pruebas fehacientes, de otra galaxia.
Los compostadores del huerto urbano comunitario del IES Barajas
 Llueve. Hace frío. La autovía de Aragón aturulla con su tráfico inagotable. Aquí no se ha rodado jamás una película de Disney. Pero pisas el suelo del IES Barajas y sientes algo. Sientes un bienestar extraño, difícil de explicar. Ves a los chavales y no son como otros. Van contentos, ríen; dan los buenos días, son adolescentes amables y educados; parece que les mola estar allí. Los oídos me empiezan a zumbar; la cabeza a doler. “Algo pasa aquí”.

Espiral en el suelo ¿están haciendo señales al cielo?
Me recibe Ana. El zumbido se va y mi cabeza vuelve a ser la de siempre. Me enseña sus aposentos, me presenta a los hortelanos. Umm, ha traido cruasanes. Están cavando haciendo una gran espiral en el suelo. “Si no estuviera en un huerto pensaría que quieren ser vistos desde el cielo”, pienso para mí.

Jose me cuenta que en el huerto se hacen actividades educativas para los chavales del insti. Ellos se encargan de organizarles, de enseñarles y motivarles. Ahora entiendo que los chicos y chicas tengan ese buen rollo. Nada es casual. Todos los institutos necesitarían unos hortelanos urbanos comunitarios en sus instalaciones.


Dos compostadores de palets aguantan con dignidad la sobredosis de materia orgánica que el huerto genera. También hubo un vermicompostador, pero las lombrices no soportaron la reforma del mercado laboral y prefieron migrar a aprender alemán.

Removemos aquello, lo adecentamos un poco y quedan los compostadores vestidos de domingo.

Compostadores bien aviados
Jose Luis –otro hortelano- estudió el grado de compostaje en Rivas... “Qué grandes maestros tuve aquí”, comenta. Cuando vienen los alumnos del instituto, él se encarga de enseñarles el compostador. “Es magia para ellos, que de unas frutas se consiga un abono. No se lo pueden creer, se van alucinados”.

Y no es para menos. El compost, cribado hace bien poquito, está suelto, huele a bosque, grumoso, oscuro... Compost de libro. Mariano Bueno difícilmente lo podría mejorar. Es como de otra galaxia.

Son unos privilegiados. Les sobran restos compostables. Dos veces al año vacían los composteros y son capaces de obtener hasta 2 m3 de compost. Y si quisieran podrían sacar más. Eso es tener clase.

El zumbido vuelve. Terminan los trabajos en la gran espiral. De repente el zumbido es insoportable. Un fogonazo inesperado me nubla la vista. La tierra tiembla. Algo se posa en la gran espiral y rápidamente se desvanece. Hay una presencia. Alguien está con nosotros. Ahora lo entiendo todo. Su compost es de otra galaxia, no hay duda. Y a las pruebas nos remitimos.


Prueba de por qué el compost del IES Barajas es de otra galaxia. De derecha a izquierda, Jose, Ana, Jose Luis y el marciano llegado desde el espacio, atraído por la espiral del suelo

miércoles, 6 de marzo de 2013

Esta es una Plaza: la vanguardia del huertolariado


A nadie se le escapa que los de Esta es una Plaza son unos fuera de serie; no exajeramos al decir (que nadie se sienta ofendido) que están algún escalón por encima del resto. No es para menos: se lo curran y se lo saben currar desde hace varios años. Y en el tema del compostaje no se quedan atrás.
Unos fuera de serie

Madrid está lluvioso, pero es pasar por las puertas de Esta es una Plaza y –esto es verídico- sale el sol. Antonio y el que escribe entran con humildad sabedores de estar en uno de los santuarios de la Red de Huertos. Enseguida Alberto saca unos cruasanes de su morral y nos convida a comérnoslos mientras charlamos antes de la faena. Conversaciones entre bocados de crema chocolate; tres personas íntegras, incorruptibles que sólo se guían por los más altos principios –“si nos pones buena nota en lo del compostaje, me hago socio de GRAMA”; “si me invitas todos los días a cruasanes dejamos nuestros huertos y nos venimos a Esta es una Plaza”...- .

Es hora de ver los compostadores. El palet reutilizado es la norma que aquí lo guía todo, como tiene que ser. Están bien dotados en este huerto: dos compostadores en distintos momentos de la descomposición termófila; un vermicompostador también fabricado con palets; y un segundo vermicompostador de plástico, hecho en alguna región de la China desconocida, regalo de un altruista hortelano.

Y es que son unos fuera de serie hasta haciendo compost. Han cribado hace nada uno de ellos. Sacos y macetones repletos de un compost maduro, suelto, con olor a tierra de bosque... Parece ser que sacan dos cosechas anuales de cada compostador ¿Y cuánto es eso? Pues hacemos la cuenta –seis por cuatro veiticuatro, me llevo dos, logaritmo neperiano, divido entre tres y le aplico un coeficiente reductor-: unos 1200 litros anuales de compost, que irán a parar a esos bancales tan prolíficos. No me extraña que tengan así el huerto.

Llega Elena. Es capaz de hablar con nosotros en español con acento canadiense. Ayuda a unos hortelanos del norte de Norteamérica con sus quehaceres. Con ellos habla en canadiense con acento español. Es una fuera de serie. A las lombrices las habla en su idoma. Así están de orondas, sanotas y rubicundas. El vermicompostador está a pleno rendimiento. Ocupa el fondo de un cajón de palets, más o menos unos 100 litros de volumen. A un lado no tienen comida y dejan el vermicompost madurar; al otro se ponen las botas de col, plátano, lechuga y huevos. Estas lombrices tienen muchos huevos, sin duda. Son unas fuera de serie.

El vermi de plástico comercial
Del vermicompostador chino no hablamos. Las lombrices están con el agua al cuello, igual que alguno de nosotros. Mano de obra explotada en condiciones infrabicheras. Aquí esto no puede ocurrir. Las mano redentoras de los hortelanos y hortelanas las liberan y hoy duermen con sus hermanas del vermicompostador de palets. Hoy hay juerga en un rincón de Esta es una Plaza.

Hay un último momento para el goce. Elena confunde a Antonio con Pablo Llobera –tal cual lo contamos-. Una lagrimilla de ilusión se le escapa entre los ojos. Alberto y yo nos abrazamos de la emoción. Sin duda son unos fuera de serie estos de Esta es una Plaza.
Elena confundiendo a Antonio con Pablo

R.U.